"EL MOLINO DEL COMENDADOR"
Pobre
molino harinero…con sus muros desconchados... en otros tiempos
eran níveos, encalados y tenían título nobiliario “El molino del Comendador”…
hoy día de sus desconchones salen… como tela deshilachada… las pajas de sus
adobes.
Su tejado hundido
y sus tejas, amontonadas en sus cimientos, todavía conservan las huellas de las nidadas que se hacían a la
sombra de su alero.
Los dinteles de
sus puertas y ventanas hoy arrancadas de cuajo por el tiempo, la lluvia, el
viento y el desdén de la memoria, cuelgan en algunos casos como jirones de
tela.
Y qué decir de su
hacienda y su molienda de esto no queda nada, sin embargo todavía si te paras a
escuchar… se oye la rueda girar, los granos de trigo crujir y las cascadas de
agua correr por debajo de su foso.
Es mi imaginación… me lleva a
otros instantes pasados que quiero hacer presentes… traerlos a esta nueva
realidad que desapruebo.
Este agua era desviada por un
canal que luego se convertía en una conducción en forma de pozo y al caer sobre
la parte inferior del molino (bóveda) en forma de cascada, ponía en movimiento un mecanismo y hacía
girar un eje que transmitía la fuerza a la parte superior, donde se ubicaba la
piedra de moler. . .
Todavía podemos ver los restos
del canal, mantenido por unos arcos de piedra…
agujeros lóbregos, hoy cubiertos de lodo.
La muela desdentada y enmohecida,
ha sido desgranada de su eje y seguro estará adornando algún lugar que no la
deja servir para lo que ha sido creada
Arrastro de mi
memoria imágenes y emociones que salen de lo más dentro de mí.
Me parece todavía escuchar al
molinero, hombre recio y bonachón,
saco al hombro verter el grano por el agujero central de la rueda volandera y
al cabo del tiempo… un polvo blanco, molido, salía por los bordes reducido a
harina, después utilizaba el cernedor
que era un cilindro con varias secciones de malla de cedazo, cada una con un
tamaño de paso distinto, le hacía girar
mientras la harina pasaba por su interior. Cada
sección arrojaba harina de mejor calidad, desde la más fina, llamada
“harina de flor” a la más gruesa y
finalmente… el salvado o afrecho, que es
la cascarilla del grano molida.
Este ingenio molinero "de caz", está situado a la vera
del río Guadiana, justo donde remansa
sus aguas y construye un conjunto de islas con los sedimentos que el mismo río
ha ido depositando con el pasar del tiempo y que dan el nombre al paraje “Islas
del molino”.
Estas isletas otrora llenas de
abundante vegetación, plantas
trepadoras, parras silvestres que formaban grandes lianas y cernían los rayos
de sol al pasar por sus teselas, haciendo composiciones lumínicas dignas de un
maestro obrador, unían árbol con árbol
como madejas tejedoras que resguardasen de la vista secretos velados.
Hoy las veo deshebradas, llenas de troncos viejos, mutilados y
podridos, llenos de moho y carcoma que son arrastrados y limpiados por el río,
cuando le crecen las barbas.
En cuanto a la fauna, garzas
patilargas, ánades silvestres, garcetas blancas, galápagos, cormoranes de picos
naranjas, nutrias de pelo tupido y todo tipo de peces pueblan estas sus aguas.
Su caz terminaba en una presa o
azud que embalsaba el agua y conseguía una diferencia de altura para que el
agua discurriera a más velocidad y poder mover sus pesadas muelas.
Unido al molino existía un puente
de barda,… este daba paso a los campesinos y viandantes que llegaban al paraje
e iban de paso hacia otros pueblos o a realizar la molienda de sus granos, ya
que este molino era famoso en la comarca.
Hoy
día, el caz está totalmente destruido, no quedan nada más que sus cimientos y
cuando llegan las lluvias se inundan todas
las tierras de su alrededor. Y como amo descuidado y permisivo deja
pasar el agua por delante de su puerta y corta el paso a todo viandante que
quiere cruzar su puente.
Este molino es como un hito en mi
vida.
Recuerdo en mi adolescencia cuando
en días de incomprensión y de leyenda familiar, encaminaba mis pasos hacia sus
muros, descubriendo mi alma en su
paraje y cuantas veces mis pies han colgado de algún tronco de los viejos olmos
que lo habitaban , desgranando sentimientos y pensamientos, sueños y pesares
que se iban con la corriente del agua, columpiando mis azares y proyectos en
lienzos que dejaban impresos sus telarañas y las mías con la total convicción
que me había escuchado… como un sabio
amigo.
Llegada la calma, enrollaba mi
lienzo, escondía mis pinceles y pinturas bajo su muela desdentada y me marchaba
ufana y ligera de equipaje hasta la nueva atacada.
Mis pies iban raudos y veloces
desandando el camino hasta el pueblo, saltando las pasaderas del Bullaque de
dos en dos. Me miraba en el espejo del agua y comprobaba que mis mejillas
habían mejorado de color y mirando hacia atrás ponía mi dedo índice en mis
labios y en mis ojos un guiño de complicidad…
el silencio me seguía y cruzando el ejido llegaba a mi casa por la
puerta “falsa”, nadie me había echado de menos, nadie me llamaba… todo estaba
como lo dejé….
Y así tantas veces como me llego
al paraje ahora, es como me gustaría encontrármelo… como si la huella del
tiempo no hubiera hecho mella en él de una manera inexorable…pero ya no está…
mi amigo está herido de muerte… y en mi esperanza levanto los ojos y ruego por
él….
MARÍA TAU