DOS FIGURAS ENTRAÑABLES
Rebuscando en mí… memoria, viene primeramente una imagen familiar y cercana, un lugar
reconfortante en el que reposar mi recuerdo, una casa amplia, blanca y con olor
a bienestar.
Los
aposentos desvelados por rayos que iluminan el olvido, una sala espaciosa, un
cuadro que enmarca unas fotos de leyenda, imágenes que endulzan, llenan la boca
de sabor a miel.
En
el corredor anexo a la sala, dos puertas enfrentadas que mueven cortinas con la
brisa y detrás de una de ellas, bañada por la penumbra, una silla baja ocupada
por una mujer entrada en años, a sus pies una palangana de porcelana blanca
utilizada para el aseo, en sus hombros un peinador de encaje bordado.
En
su actividad placentera, peina sus cabellos con delicada lentitud, su melena
que arriba a su cintura tiene tintes cromados, teñidos por el tiempo, un rayo
de sol peina su perfil. Sus manos acarician y mueven un pelo lacio decadente
pero abundante, brillante y multicolor.
Con
la agilidad de un maestro obrador, lo va trenzando y elaborando como si de un
material moldeable se tratara, cuando la trenza está acabada, cadenciosamente
la eleva y la envuelve formando un gran rodete que va plegando alrededor de sí
con horquillas doradas.
Las
manos que envuelven la obra, están curtidas por el tiempo, los huesos de sus
falanges algunos están doblados y retorcidos por una artritis severa, sin
embargo por la delicada manera de su hacer no parece que tal cosa fuera.
Esas
manos yo las añoro, por su manera de acariciar, son las manos de mi abuela,
todo lo que tocaban lo llenaban de amor y dulzura.
Hoy
las recuerdo cosiendo, haciendo bordados, bailando bolillos, cortando flores,
haciendo encajes de hilo fino, cocinando manjares olorosos, curando mis
heridas, aleteando caricias…
En
mi recuerdo sigue…su rostro anguloso, sin afeites, de nariz aguileña, ojos
profundos y almendrados que cuando escudriña mi rostro lee mis pensamientos
dulcemente y con maestría, aliviando mis temores con consejos, sabios guiños
que restan importancia a mis hechos, velan mis miedos dando luz a mis pesares
oscuros.
Sus
andares cadenciosos, arrastrando levemente los pies como si la tierra lamiera
sus plantas.
Todo por doquier huele a ella, mi despertar
mañanero acompañado de caricias, su voz templada y firme en la enseñanza, su
serenidad, sus ademanes cadenciosos, su perfume natural a espliego y romero, el
plegado y el crujido de la seda de sus faldas. Su figura aunque pequeña llena
toda la casa…
El
contrapunto de mi recuerdo lo marca el otro pilar de la casa, el abuelo, sentado
en su sillón de mimbre, junto al hogar, los ojos entrecerrados escuchan su
entorno inmediato, sus manos acarician su cayado y lo mueven rítmicamente
haciendo dibujos en el suelo. Es la única señal de su presencia vital, por su
forma de inclinar la cabeza hacia un lado pareciera que está pensando o
meditando sobre algo pasado o algo digno de recordar, el rictus de su cara
imita una sonrisa y sus ojos de un azul intenso no dejan en ese momento
entrever su color, ya que están cerrados, hace como que dormita aunque el
movimiento de su bastón lo desmiente.
Me
arrebujo entre sus piernas echando a un lado su cayado, él me atrae hacia sí y
pone su boca en mi pelo. Con una mano levanta mi cara y con la otra retira el
flequillo de mi frente para poder depositar en ella un beso de bendición.
En
la chimenea los leños crepitan y dan a la estancia un color atornasolado,
variando los destellos y haciendo figuras sombreadas sobre la encalada pared
posterior. Imagen costumbrista completada por la figura del perro silente
apostillado a los pies de los dos personajes, abuelo y nieta.
Hoy
busco en el presente su recuerdo en estas estancias transformadas,
encuentro nítidamente sus imágenes en ellas, tan hondas son sus presencias aun
cuando el tiempo ha variado el estilismo y los usos de esta morada, encontrando
en sus rincones atisbos de la actividad creativa de la abuela y en contrapunto,
la paciente y meditativa espera del abuelo.
En
estas líneas quiero homenajear sus atributos y cualidades. Una mujer adelantada
a su época en forma y fondo, capaz de transformar su pensamiento divergente y
creativo en algo espontáneo y quimérico para su tiempo y un gran hombre con una
ejemplar filosofía de vida que encontró la forma de ralentizar y armonizar su
espera en un tiempo para el tiempo…
MARÍA TAU