MAÑANITA DE PASEO
El día ha amanecido claro, de
un cielo añil, levantaba nubes una
ligera brisa que soplaba desde el oeste, todo vaticinaba que iba a ser un día
de canícula y de siesta.
Aprovechando la mañana el
abuelo se levantó temprano y fue a visitar las cuadras, allí está Princesa, la
yegua blanca, ágil, musculosa y de bonita estampa; acaricia su testuz
parsimoniosamente, con una suave manotada y ella le recibe con un relincho,
después le lame los dedos reconociendo a
su autor.
El abuelo le habla
cadenciosamente proponiéndola un paseo, al mismo tiempo que la enjaeza una
cabezada tachonada de bonitos dibujos.
Quiere llevar a su nieta María a la huerta para solazar la mañana y entretener
a la niña que adora a Princesa.
¡Vamos Chiquila! Que
llegaremos tarde para ver al topo Tufiñas que se habrá comido los tomates si no
lo remediamos, despídete de la abuela y vamos que se hace tarde ¡nos esperan!
Subidos los dos en Princesa,
galopan a buen paso por el camino del río. Primero pasan por el vado del
Bullaque, el de las pasaderas, repleto de mimbreras y juncales levantando en
vuelo a las garzas que estaban posadas en los árboles de las Juntas. La yegua
se detiene a beber agua del río que pasa por aquí limpia, fresca y cristali8na;
María le acaricia las crines que caen por su cara, le divierte ver su cuello
pendiente que baja a beber como si fuera un tobogán. ¡No nos hagas caer,
Princesa!- Dice la niña, riéndose.
Prosiguen la marcha por el
camino del molino hacia el paraje de la Carnicera, el abuelo le va contando la
historia de estos lugares, a lo lejos en la sierra se divisa la boca de una
cueva entre follaje que da nombre al lugar. “Cuentan que un día un pastor llegó
a la boca de la cueva, aterrado por una tormenta que le perseguía, lanzando
rayos y truenos sobre él y sus ovejas. Éste se refugió en el saliente de la
boca, pero sus ovejas fueron pasando una a una por el agujero y como si de un
gran gigante de piedra se tratara se las fue engullendo una a una y no volvió a
saber nada de sus casi quinientas que llevaba.
El pastor desolado volvió al
pueblo sin sus animales y a partir de ese día la cueva y el paraje tomó el
nombre de La Carnicera”.
Seguían su camino nuestros
tres personajes pasando por el viejo molino y parándose en la Casita Mora, a
los pies de la Sierra de Ojalora. De esta casita- Chiquila- solo queda una
pared y una pobre fuente de manantial pero sabrás que aquí vivía una mora, acaecida
en años, que era maga y sabia, su saber consistía en conocer toda clase de
ungüentos y de hierbas para curar todos los males que pudieran acontecer, hacía
de partera de mujeres y animales en toda la comarca y a su sombra cultivaba
toda clase de plantas y verduras, su casa parecía un Edén.
María bebía las historias como
si en ese momento estuvieran sucediendo. De vuelta a la cabalgadura, llegaban a
la huerta de la Orcatilla, propiedad del abuelo, uncían a Princesa a la noria,
el animal cogía su marcha enganchada al arte y daba vueltas alrededor del pozo haciendo brotar un buen chorro de agua que
llenaba la acequia y los surcos del transparente líquido.
Llegada la hora de comer
subían en Princesa, no sin antes haberla dejado descansar bajo la sombra de una
higuera y haberla mimado y alimentado.
Cabalgaban hacia el pueblo
pian pianito camino del buen yantar que la abuela había preparado…
Gracias Princesa por tus
buenos y gratos recuerdos...
MARIA TAU