Día ajetreado en la hacienda, todo es bullicio, entradas y salidas.
Ha amanecido un día sin nubes, el sol en su incipiente salida en la madrugada apunta maneras y los colores rojizos tiñen el
horizonte. Aunque todavía canta el gallo, los portones de la casa ya están
abiertos de par en par, el patio lleno de útiles labriegos propios de la
hacienda encomendada. Los gañanes arrean a los animales para que ocupen el
lugar para la carga, el sudor perla sus frentes, todo es bregar, hay que
transportarlo todo a la “era”, comienza la trilla, esa elaborada faena que tiene
que separar la paja del grano para terminar de recoger la cosecha.
María se ha levantado con
el ser de día, le encanta la faena y el bullicio, ella se quedará en la casa
con la abuela, las mujeres prepararán la comida para llevarla a los hombres que
faenan sin descanso. Grandes ollas cuecen ya en el fuego, llenas de carne y legumbres
que aliviaran el cansancio y el hambre de estos mocetones labriegos que han
venido de otros lugares contratados para ello, aunque después de años, sus caras
ya le van siendo familiares y se atreve hasta a llamarles por su nombre.
También tiene la oportunidad de ayudar,
hacer recados que la mandan y sobretodo y principal tarea no interrumpir. Ella
y su perra “Mori” observan bien pertrechadas desde su refugio, una higuera bien situada en la
parte central del patio de acceso a las cuadras con una sombra privilegiada.
En días anteriores, el
grano segado se ha transportado del pedazo de la tierra donde fue sembrado y
cultivado a la zona de trilla, un lugar comunal del pueblo, habilitado a espaldas de las casas, en el
ejido, llamada “La era”... cada labrador tiene su espacio que utiliza todos los años.
Los carros tirados por mulas pardas, azuzados por los hombres
han descargado las mieses segadas,
atadas en grandes manojos rizados que abarcan las secas y doradas espigas
preñadas de suculentos granos de trigo, han formado grandes círculos, las parvas donde se hará la
trilla. Otros carros transportan los trillos, aperos de madera, parecido a un trineo con un tablero grueso, de forma rectangular con la parte frontal algo más estrecha y curvada
hacia arriba y cuyo vientre está
guarnecido de esquirlas cortantes de piedra, aplasta y corta la paja y el trigo
queda debajo. También se han transportado las aventadoras o bieldos, instrumentos que
sirven para aventar como su nombre indica y separar el grano de la paja después de la trilla. Son
duros días hasta que el grano queda envasado en sacos y costales para su venta.
A María le encanta tirarse al montón de
paja con su perrita y jugar y enterrarse dentro, hasta que ella la encuentra, después
se va a bañar al río que está cerca de la era, para quitarse el polvo que la
mies ha dejado impregnada en su piel y que la hace estremecerse de picor. A veces la acompaña el abuelo y recogen enea
que crece a la orilla del río y que ponen a secar al sol, una vez seca, hacen
cestos y enseres en el invierno.
También con sus primos va a cazar renacuajos al arroyo que baja al río, atraviesa
la era desde el pilón o abrevadero de animales, las pequeñas ranitas saltan en
su orilla entre las matas de menta poleo, berritos y acederas, las ven nadar en
el agua y hacen competiciones calificando cual salta más alta, siempre sin
hacer mal a los animales y volviéndolas a dejar de nuevo en su hábitat después de
haberlas observado. Son días de asueto para los niños por las vacaciones
estivales, cuando más faena hay en la
casa, los niños disfrutan más de su libre albedrío disminuyendo la atención
severa de los adultos.
También es divertido subirse al trillo y
llevar del ramal a Princesa que la transporta como si de un trineo se tratase,
sentir el apero deslizarse por los haces de paja y escuchar el crujido de ésta al quebrarse. María bambolea los ramales de la
yegua que se desliza entre la rubia paja con un trotecillo alegre, animada por
las voces de la niña que la anima a correr.- ¡Vamos Princesa, un poco más
rápido, no seas holgazana! Mas tarde
acabada la trilla, acompaña al abuelo y le ayuda a cepillar su pelo blanco que
se lustra y vuelve de nuevo a brillar, un buen celemín de trigo y agua fresca
en el abrevadero para aliviarla de la sed y el calor.
Los mejores momentos llegan con la comida y
las cenas, cuando los segadores y temporeros se sientan todos alrededor de la
pitanza y cada uno cuenta las experiencias acaecidas en otros lugares por los
que han pasado, las faenas, peripecias, amores y desamores adornadas todas
estas historias con añadidos personales, que nada desmerecen de las hazañas de
grandes héroes.
María como siempre acurrucada al lado del
abuelo, escucha atenta las descripciones de lugares y anécdotas . Los hombres
y mujeres se convertían en gigantes a
medida que el coraje de sus hazañas los envolvía.
Cuando las voces se iban
apagando, el silencio y la oscuridad reinaban en la era, el abuelo la iba
enseñando, señalando los nombres de las diferentes estrellas y constelaciones
que había en ese momento en la bóveda del cielo…
La magia de las historias
junto con las leyendas de los héroes y diosas que poblaban el Universo y ese
camino alquímico, blanco y empolvado de estrellas como era el Camino de
Santiago, llenaban de sueños y anheladas
aventuras el corazón y la mente de la niña.
Y allí en ese lugar mágico,,,
es donde esa niña transformada lo busca y lo encuentra siempre que lo necesita…
Buenas noches amigo….
MARIA
TAU